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Renato y Pibona

Renato Cesarini y Eduardo Alterio. Delantero y arquero. Los dos italianos. Renato nació en Senigallia, Ancona. Pibona en Carpinone, Isernia. Vinieron a Argentina muy pibes, cuando sus familias buscaron porvenir lejos del terruño. Se hicieron amigos de tanto enfrentarse en los potreros de su barrio, la Chacarita. Cesarini vivía en la calle Estomba esquina Avenida De los Incas. Con los años se hicieron habitúes de un billar ubicado en Triunvirato esquina Humboldt, a pasos del Maldonado. Garito de tragos fuertes y noches largas.

Hacia 1924 los dos tanitos se hacían un nombre en el fútbol. Cesarini despuntaba como proyecto en el Club Alvear. Alterio ya era el arquero de los tricolores del barrio. En una de esas noches eternas de taco y tiza llegó la apuesta que unió definitivamente sus vidas: quien perdiera la partida pasaría al equipo del ganador. Ganó Pibona. Cuarenta carambolas sobre cien. La habilidad de Alterio le hizo un enorme favor al fútbol: a partir de su aparición en Chaca, Cesarini será una figura estelar en el fútbol mundial de su tiempo.

DOS AMIGOS A LOS GOLPES

La amistad se consolidó con los años. Al igual que Chacarita en primera división. Renato era un cajetilla. Un dandy. Cultor de la buena vida. Su fama de fanfarrón lo acompañó toda su vida. Los escándalos fueron parte de su juventud, como aquella tarde del 15 de mayo, cuando el Tano perdió definitivamente los estribos.

En la cancha de la calle Humboldt, Chacarita Juniors recibió a Defensores de Belgrano. Novena fecha. Con una sola caída en el certamen, los tricolores realizaban una gran campaña. Los de Núñez eran rivales de cuidado ya que habían vencido en las últimas dos jornadas.

El partido se picó pronto. Chacarita, que jugó con la camiseta blanca, recibió un gol en el primer tiempo. Fioravanti Penoni y Aldo Simonetti, backs visitantes, resolvieron con solvencia los ataques funebreros. En uno de esos ataques, Renato tuvo un entredicho con Simonetti. Alguna palabra descolocó al tano. Desde ese momento lo buscó enloquecido. Desde la tribuna le gritaban “rompelo, rompelo” en cada entrevero que tenía con los defensores rivales. Finalmente el resultado no se movió. Eduardo Pratto, arquero de Defensores, aguantó el resultado y su equipo se llevó un triunfo inesperado de Humboldt 345.

Las cosas no terminaron en el verde césped. Una multitud enardecida genera estados de los cuales no se vuelve. Aún dentro del campo de juego, Cesarini acogotó al half derecho Adolfo Lois con el llamado golpe de furca. Cuando Simonetti terció en defensa de su compañero, Alterio lo derribó de un puñetazo. Renato y Pibona a los golpes. Como en el billar de Triunvirato y Humboldt. Claro, ahora la pelea no tenía una docena de borrachos como testigos, si no miles de personas. Pibona tenía bronca acumulada y produjo un acto demencial: tomó un caño de hierro y golpeó a Simonetti en la cabeza. El muchacho cayó redondo al piso. Algunos lo dieron por muerto. Mientras los compañeros ingresaban presurosos al vestuario, los dirigentes de Defensores alzaron al futbolista y lo llevaron en andas a una farmacia cercana.

En medio de la conmoción, Cesarini y Alterio se cambiaron sin ducharse y se mimetizaron con la multitud. El arquero fue detenido en el buffet del club. Estaba allí escondido. Renato fue aprendido en un baile que se estaba realizando en la sede social. El subcomisario de la seccional, un tal Fontana Rosas, les aconsejó que declararan. Marcharon hacia la comisaría, donde quedaron detenidos. Se los acusó de autores de atentado a mano armada. Cuando los hinchas se enteraron montaron en cólera. Los jugadores de Defensores salieron de la cancha escoltados por la policía durante varias cuadras. Ya había caído la noche sobre Buenos Aires. Al día siguiente, Renato y Pibona fueron liberados.

EN EUROPA TAMBIEN SE CONSIGUE

En 1930, Renato regresó a su Italia natal. Lo esperaba un contrato profesional en la Juventus de Turín, donde compartiría equipo junto a Luis Monti y Mumo Orsi. En Europa no perdió su costumbre: la buena pilcha, la buena vida, el billar y las piñas. Pero en una vuelta, casi no cuenta el chiste.

Julio de 1932. Partido de Copa Mitropa. Un trofeo anual disputado por clubes austríacos, húngaros, italianos y yugoeslavos. El rival de la Juventus fue el Slavia de Praga. No se jugó ni en Humboldt 345, ni en Warnes 181. El majestuoso Strahovský Stadion de Praga dio marco a un partido que fue una batalla. Los bianconeri quisieron ganar a las patadas, los checoslovacos metieron cuatro goles. Sobre el final del partido, como aquella tarde en Chacarita, Renato enloqueció. Un policía decidió terminar la pelea a tiros de fusil. Si Renato no se tiraba cuerpo a tierra, no hubiera contado la historia. Primer mundo, 1932.

Renato Cesarini regresó a Chacarita en 1936. Pibona Alterio ya no era el guardián del arco tricolor. Para esa época el arquero tenía un sobrino de seis años que ya era fanático de Chaca. Con los años se transformará en uno de los grandes artistas de nuestra patria. Cuando su tío falleció, el 22 de febrero de 1980, Héctor Benjamín Alterio hacía años se encontraba exiliado en Madrid, amenazado por el terrorismo de estado.

Pibona y Renato. Símbolos de un barrio bravo.

Fuente:
Libro Héroes de Tiento, Historias del Fútbol Argentino 1920-1930.
Escritor: Carlos Aira.
Editorial: Ediciones Fabro.

Aclaración1: La anécdota de la incorporación de Renato Cesarini la contó el mismo jugador Renato Cesarini al periodista Carlos Juvenal.

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